Entre las principales razones de la popularización y el éxito de Internet está el hecho de ser una red abierta.
Hay cientos de millones de usuarios de Internet. El cálculo estadístico de cuántos individuos tienen acceso a Internet ha perdido ya sentido.
Hay clubes, cafés-Internet y locutorios públicos gestionados por instituciones privadas o públicas en ciudades de todo el mundo, incluyendo los países menos desarrollados, por lo que son miles de millones los individuos que pueden en cualquier momento, por un coste inferior a un euro, conectarse a Internet durante un rato.
Esta extraordinaria facilidad de acceso y popularidad es el principal atractivo desde el punto de vista comercial pero también es la causa de que Internet esté abierto a todo tipo de indeseables.
En realidad, cualquier calle comercial de cualquier ciudad del mundo es también accesible a los malhechores.
Cualquier transacción económica realizada por medios tradicionales es susceptible de ser aprovechada por los ubicuos amantes de lo ajeno.
Las comunicaciones comerciales realizadas por medios tradicionales, cartas o teléfono, son mucho más fáciles de interceptar que las comunicaciones a través de Internet.
Realizar actividades delictivas a través de Internet requiere unos conocimientos técnicos sofisticados que no están al alcance de cualquiera.
Por otra parte, las posibilidades de protección de las comunicaciones electrónicas son mucho mayores que las que permiten los medios tradicionales.
Hay programas de ordenador gratuitos y muy fáciles de usar que permiten a cualquier usuario la encriptación de sus mensajes de forma que queda plenamente garantizado que sólo el destinatario podrá entenderlos.
Lo que ocurre es que no hay una “cultura” de la seguridad en Internet.
La sociedad en que vivimos nos ha enseñado desde que éramos niños unas reglas básicas de protección de nuestras propiedades.
El gesto de cerrar la puerta de casa, los límites que nos imponemos a la cantidad de efectivo que llevamos en el bolsillo, la forma en que reaccionamos cuando nos aborda un extraño por la calle, son comportamientos que hemos aprendido a lo largo de nuestra vida.
En cambio nuestra experiencia con Internet es muy breve y ni nuestros padres ni nuestros profesores nos dijeron nunca cómo debíamos comportarnos en el ciberespacio.
La protección legal del comercio electrónico ha requerido también la elaboración de nuevas normas.
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